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Mentiras históricas

Dicen que el emperador Carlomagno, creador de la primera gran biblioteca de Europa, era analfabeto. La célebre frase atribuida a Don Quijote (“Ladran, Sancho, señal que cabalgamos”) no aparece en la novela de Cervantes. En la película “Casablanca” (1942), Humphrey Bogart no pronuncia aquellas afamadas palabras (“Play it again, Sam”, “Tócala otra vez, Sam”). El marino canadiense Joshua Slocum, primer hombre en darle la vuelta al mundo navegando en solitario, no sabía nadar. El casco con cuernos de los vikingos fue un montaje del pintor sueco Gustav Malstron (1820) para un poema épico irlandés. Alí Babá no era el jefe de los 40 ladrones, sino su enemigo. Frankenstein no era el monstruo, sino su involuntario inventor. La cruz esvástica, que los nazis identificaron con la guerra y la muerte, había sido un símbolo de la vida en la Mesopotamia, la India y América.

Según los evangelios, Cristo nació cuando Herodes era rey, pero éste murió 4 años antes de nuestra era. Así las cosas, Cristo nació por lo menos 4 años antes de Cristo. Nerón no ordenó el incendio de Roma ni fue tan malo como lo pintan los historiadores de librea de aquella época. Napoleón Bonaparte (“La historia es una fábula que todos hemos aceptado”), era caricaturizado por la propaganda inglesa como un enano (1.68 metros). Medía 4 centímetros más que su gran enemigo británico, el duque de Wellington quien financiaba los “fake news” (noticias falsas) de la época. El himno nacional de Alemania es en realidad el himno de Austria escrito por Haydn. “La Marsellesa”, el himno nacional de Francia atribuido al ingeniero militar Joseph Rouget de Lisle nace de la deformación que éste le hizo al aria de la ópera “Thesee” del músico belga Francois Joseph Gossec.

Bertolt Brecht, el gran dramaturgo alemán, indagaba en una de sus poesías (“Preguntas de un obrero ante un libro de historia”) si fueron los reyes quienes arrastraron los grandes bloques de piedra de la ciudad de Tebas o los emperadores los que construyeron la muralla china; si en solitario Alejandro Magno conquistó la India, Julio César venció a los galos o Federico II ganó la Guerra de los Siete Años… “Una pregunta para cada historia”, así concluía su célebre poema. Robín Hood no era un ladrón generoso: era un arrendatario feudal que se sublevó contra Ricardo II (no contra Juan Sin Tierra) por no pagar impuestos. Las brujas de Salem no fueron quemadas en la hoguera por católicos, sino ahorcadas por calvinistas. En la Bastilla no estaba preso ningún líder revolucionario: sólo albergaba 7 aristócratas cautivos por “delitos de nombre” (no pagar deudas, matar al rival en duelo).

En el día de su Independencia (4 de julio de 1776), los estadounidenses rinden tributo a Abraham Lincoln, “el libertador de esclavos”. La historia cuenta que este personaje era en real

idad un acérrimo defensor de la esclavitud (“Mi objetivo primordial es salvar la Unión y no salvar ni destruir la esclavitud… Si pudiera salvar la Unión sin liberar a ningún esclavo, lo haría… Estoy a favor de la superioridad de la raza blanca”). 10 de los 18 primeros presidentes de los EE. UU., incluyendo a Washington y a Jefferson, eran comerciantes y dueños de esclavos y, algunos de ellos, en su condición de esclavistas gobernaron tiempo después de la ley abolicionista de 1830. “Impúdica y disoluta, mercenaria, cortesana, enemiga de los pueblos, inicua y falsa”, así definía la historia el escritor galo Anatole France… Sobrecogidos, pensamos que muchas historias hay que escribirlas de nuevo.

Gonzalo H. Vallejo A.

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