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La educación al revés

Iván Tabares Marín
Soy una víctima de la educación colombiana sin indemnización. En las tres carreras y el postgrado que hice confronté la mediocridad de varios profesores, lo que me ocasionó problemas, discriminaciones y persecuciones a tal punto que el profesor de Filosofía del Derecho –un magistrado del Tribunal Superior que no tenía idea de la materia- me echó de su clase. Un mal profesor hace felices a los estudiantes porque es una materia menos.
También cuestioné la utilización arbitraria de las clases para hacer proselitismo político, generalmente en favor de la lucha armada marxista, situación que tocó soportar en la UTP a finales del siglo pasado, después de la Caída del Muro de Berlín. En la Universidad Libre tuve que sufrir una sicóloga en un curso de economía marxista; pero nunca recibimos la formación adecuada para entender la ley de financiamiento de Carrasquilla. De medicina, ni hablar…
En mi reflexión apacible de ahora he llegado a la conclusión, quizás equivocada, de que la educación debe ser al revés. Me explico: el orden de los capítulos, de algunas materias al menos, debiera comenzar con la última información lograda por cada ciencia o disciplina y, con esa perspectiva, mirar el pasado y analizarlo.
Miremos, por ejemplo, lo que nos pasó a muchos con la asignatura de historia. Si se trataba de la historia de Colombia, el cuento terminaba con Bolívar y casi nada se nos decía del último siglo, el definitivo para entender el país y los conflictos políticos o económicos. Con la historia universal pasaba algo análogo: batallas, reyes y cuentos viejos; pero del siglo XX, de las tres guerras mundiales, incluida la Fría, casi nada.
Para la formación de un muchacho es más importante entender los eventos de los siglo XX y XXI a nivel nacional e internacional que las guerras médicas o las conquistas de Alejandro Magno. Si conociéramos la historia del marxismo, en particular lo ocurrido en la Guerra Fría, los ideólogos marxistas de las universidades no habrían convencido a tantos muchachos para que se alistaran en la guerrilla y el debate político tendría altura hoy.
La educación al revés también vale para la filosofía. En la secundaria me hablaron de Platón y Aristóteles con unas notas sobre el “pienso, luego existo” de Descartes y la angustia existencial de Sartre, quien luego se volvió mamerto, y pare de contar. Si en su lugar me hablan hoy de los grandes sistemas del siglo XX, incluidos la fenomenología, el estructuralismo, la deconstrucción derridiana y la ética de la otredad, puedo entender mejor el pasado desde Hegel a Tales de Mileto.
Si en lugar de ser matricularlo en una religión, cualquiera que ella sea, el estudiante investiga sobre el islam y su guerra santa, las religiones orientales, la Reforma y qué sé yo, sobre la posición de los ateos, hasta podríamos hablar de libertad de culto y de pensamiento.
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Richard Betancur

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