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¿Por qué las mujeres chinas prefieren tener no más de un hijo?

Tener un segundo hijo en China es una opción en la que el bolsillo pesa bastante.

Aunque recientemente el gobierno ha relajado su política de un solo hijo por matrimonio, muchos ciudadanos consideran tener un segundo bebé como un lujo.

A Rosa Xia, una madre de 39 años de Shanghái, se le permite tener un segundo hijo. Pero ella no cree que lo pueda hacer.

Xia calcula que la quinta parte de los 6.000 yuanes (989 dólares) que gana por mes como niñera en Shanghái, son destinados a su hija Amy, de doce años: clases de saxofón y ballet, además de la comida y el colegio. Luego, tiene que ahorrar para la universidad de su única hija.

“Vio a unas personas tocando el saxofón en la televisión, le gustó y pidió tomar clases. Es caro, así que preferiría que no me las hubiese pedido, pero de todas maneras accedí”, dice la trabajadora migrante, quién escatima en ropa y en su propia comida para darle a su hija la posibilidad de un futuro mejor.

Los padres que se preocupan por sus hijos como Xia explican por qué las intenciones de China de aliviar las leyes de planificación familiar probablemente no reviertan la tasa de natalidad descendente que ha estancado al país con una fuerza de trabajo que se reduce y una población que envejece.

Si bien levantar las restricciones, que han sido impuestas a través de multas, abortos forzados y esterilizaciones, tal vez resulte popular en el país y entre los defensores de los derechos en el exterior, los intentos de poner fin a la intromisión del estado respecto del tamaño de las familias se enfrentan con las barreras de la tradición Confucionista, la urbanización y los costos en ascenso, y especialmente con las expectativas que el resurgimiento económico de China ha generado.

IMITANDO A JAPÓN

“Es evidente que ha habido un gran cambio en la mentalidad sobre la familia, los hijos y el futuro”, afirma Nicholas Eberstadt, un demógrafo del American Enterprise Institute, un grupo de investigación de políticas localizado en Washington. “China va por el mismo camino que otras naciones del este asiático con baja fertilidad como Japón, Corea del Sur y Taiwán”, añade.

El Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional aprobó en noviembre leyes que autorizan a los matrimonios a solicitar permiso para tener un segundo hijo cuando uno de los padres es hijo único. Esto suavizó la política que permitía un segundo hijo sólo si ambos padres eran hijos únicos.

China introdujo la política de único hijo en 1979, luego de que la población aumentara más del 70 por ciento en las tres décadas que siguieron a la victoria del Partido Comunista en la guerra civil, incluso cuando la economía se estancaba.

De hecho, el crecimiento de la población anual ya estaba en baja. Había caído a menos del 1 por ciento 5 años antes y no rompió la marca desde entonces -este año subirá un 0,45 por ciento a 1.360 millones de personas, según las estimaciones de la Oficina de Censo de Estados Unidos-. La población de Japón se reducirá por sexto año, Corea del Sur y Taiwán crecerán menos del 1 por ciento.

MENOS ES MÁS

“Comparten valores culturales que ponen mucho énfasis en el éxito de sus hijos”, dice Wang Feng, profesor de sociología en la Universidad de California en Irvine. “Los padres chinos quieren que sus hijos sean exitosos, y lo logran teniendo menos e invirtiendo en ellos”.

Estas aspiraciones han dado lugar a lo que se conoce como 'madres tigres', popularizadas por la autora Amy Chua en un libro que describe a las estrictas y disciplinarias madres chinas.

El corolario es la inflación, tanto en el dinero como en el tiempo que lleva criar a un niño mientras los padres libran una guerra para asegurar la mejores oportunidades disponibles, que son limitadas, elevando la barrera para que entre un segundo hijo.

“La competencia feroz y la ansiedad social por sacar ventaja, o al menos estar a la altura de los pares, especialmente en aquellas cosas que simbolizan el éxito, como la casa, el auto y otros bienes de consumo, siguen siendo las mayores fuerzas que movilizan a la sociedad china”, afirma Cai Yong, profesor adjunto en la Universidad de Carolina del Norte.

La urbanización –establecida desde hace mucho tiempo como un método anticonceptivo eficaz a nivel global- está magnificando el efecto. Mientras más y más niños llegan a la ciudad, sus padres se ven obligados a competir por los recursos limitados, dijo Cai. En Shanghái, se reportó un nivel de fertilidad de 0,7 nacimientos por mujer en toda su vida.

La Agencia de Noticias Xinhua estima en su web que en Beijing cuesta 2,76 millones de yuanes mantener a un niño desde el nacimiento hasta la universidad. El informe en la página web de la organización noticiera estatal citaba una encuesta informal y cálculos que sugerían que un matrimonio que gana un sueldo per cápita promedio necesitaría trabajar durante 23 años sin comer ni beber para pagar ese gasto.

“Con un hijo, hay que planear y presupuestar cuidadosamente”, asegura Xia, que no gasta más de 100 yuanes en blusas para ahorrar para la educación y los gastos médicos de Amy. “Quiero un segundo hijo, pero no me lo puedo permitir.”

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Richard Betancur

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