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El avión que estuvo desaparecido más de medio siglo

A las 5:41 pm del 2 de agosto de 1947 el vuelo CS59 de British South American Airways le anunció por radio a la torre de control del aeropuerto Los Cerrillos de Santiago que estimaba llegar a la capital chilena en, aproximadamente, cuatro minutos. Luego desapareció completamente.

No hubo más contacto por radio, ninguna señal de socorro que alertara sobre algún posible problema.

Y las operaciones de búsqueda organizadas inmediatamente después del desvanecimiento de la aeronave -un Avro Lancastrian que transportaba a seis pasajeros y cinco tripulantes provenientes de Buenos Aires- jamás pudieron encontrar sus restos.

El misterio de la desaparición del Stardust, como había sido bautizado el avión, tardaría más de medio siglo en resolverse.

Y, durante ese tiempo, la falta de información y evidencia alimentaría las teorías más descabelladas.

Atentados y extraterrestresEl piloto estimaba que llegaría a Santiago en cuatro minutos antes de que el avión desapareciese.

Efectivamente, dos accidentes sufridos poco tiempo después por otros aviones de la misma línea aérea dieron pie a especulaciones sobre un posible sabotaje.

La presencia de un diplomático británico entre los pasajeros, en un momento de tensión entre Argentina y Gran Bretaña, hizo que otros se decantaran por la teoría de un atentado con el que se habría intentado evitar la llegada documentos secretos a Santiago, según informó BBC Mundo.

Mientras que una extraña palabra en el último mensaje radial terminó convenciendo a muchos de que en la desaparición del avión estaban implicados los extraterrestres.

"ETA (tiempo estimado de llegada) Santiago 17.45 hrs STENDEC", decía la transmisión, hecha en código morse.

Las misteriosas siete letras recubrirían aún más desconcierto a la desaparición de la aeronave.

Y años después, esa última palabra -nunca satisfactoriamente explicada- hasta sería utilizada para bautizar a una popular revista española dedicada a los ovnis y el mundo de lo paranormal: Stendek.clic

Cinco décadas de esperaOtros detalles novelescos, como el pasajero palestino que llevaba un enorme diamante cosido en el forro de su traje, también hicieron del Stardust un favorito de los amantes de este tipo de misterios.

Aunque para los familiares de los pasajeros y tripulantes desaparecidos, la falta de explicaciones y certezas se convirtió en una tortura que duró décadas.

"Uno no quiere llorar la muerte de alguien que puede no haber muerto", le explicó a la BBC en noviembre de 2000 Ruth Hudson, la sobrina uno de los pasajeros desaparecidos.

"Mi abuela siguió creyendo que (mi tío Peter Young) estaba vivo hasta el día de su muerte, unos diez años después", agregó su prima Stacey Marking, en un programa sobre la desaparición del Stardust.

Para entonces, sin embargo, el misterio ya empezaba a resolverse.

En enero de 2000, restos humanos y fragmentos de una aeronave fueron encontrados por alpinistas en el volcán Tupungato, en Argentina.

Y una expedición organizada por el ejército argentino algunas semanas más tarde confirmó que se trataban de los restos del Stardust, iniciando inmediatamente una investigación.

El misterio develadoSin embargo, al principio el hallazgo sólo agrandó el misterio.

¿Cómo había ido a parar el ya mítico aeroplano a más de 80 kilómetros del aeropuerto de Santiago donde se pensaba había estado a punto de aterrizar?

Además, la zona había sido intensamente peinada durante la búsqueda original de la aeronave.

Y en todo ese tiempo numerosos alpinistas también habían escalado el Tupungato, que tiene más de 6.500 metros de altura, sin tampoco encontrar nada, hasta la súbita reaparición del viejo Avro Lancastrian 53 años después.

Pronto el examen de los restos demostraría que los motores nunca habían dejado de funcionar y también permitió descartar la posibilidad de una bomba, pues la distribución de los mismos era típica de un choque directo contra una montaña.

Y los investigadores creen que el impacto muy probablemente provocó una avalancha que habría de esconder al

avión de los primeros equipos de rescate.

La causa del accidente, por su parte, parece estar vinculada a un fenómeno atmosférico invisible y poco conocido en ese entonces: el jetstream. Error de cálculoEfectivamente, esta poderosa corriente de viento se produce a grandes alturas y puede alcanzar velocidades de más de 100 millas por hora.

Pero en 1947 pocos aviones podían volar tan alto, por lo que los pilotos no estaban familiarizados con un fenómeno que puede incidir significativamente sobre la velocidad de navegación y por lo tanto afectar los cálculos.

Los investigadores creen que la tripulación del Stardust decidió subir a más de 24.000 pies para evitar el mal tiempo que, según los reportes, afectaba la cordillera de los Andes, que separa Argentina de Chile.

Así, mientras volaban a ciegas entre las nubes, el jetstream debe haber reducido notablemente su velocidad sin que ellos pudieran darse cuenta, manteniéndolos del lado equivocado de las montañas cuando pensaban estar a pocos minutos de poder aterrizar.

Y al momento de iniciar el descenso, esperando ver Santiago al salir de las nubes, se produjo la inevitable colisión.

"Yo creo que en los minutos finales del vuelo el piloto debe haberse sentido bastante seguro de lo que estaba haciendo, muy relajado. Y los pasajeros en ningún momento se deben haber dado cuenta de lo que estaba pasando", le dijo a la BBC Carlos Bauzá, el especialista que estuvo a cargo de la investigación hecha por el ejército argentino.

"No creo que sea una mala forma de morir porque uno pasa de estar tranquilo a no sentir nada", agregó el hombre que resolvió de una vez por todas el misterio caso.

O mejor dicho, casi todo el caso, pues aún hoy nadie sabe qué quiso decir la tripulac ión del Stardust con la palabra STENDEC.

Mientras que sucesivas nevadas deben haberlo sumergido cada vez más en el glaciar aledaño, que lo mantuvo oculto hasta que el movimiento natural de ese río de hielo lo arrastró hasta la parte más baja, donde el progresivo derretimiento del glaciar lo volvió a sacar a la luz.

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Richard Betancur

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